Me diste todo,
y aun así,
me dejaste volar.
Crecer y entender el mundo
con mis detalles y mis virtudes
fue fácil... ¡contigo!
Me dejaste ser y me acompañaste.
En el camino descubrí quién soy
y quién no puedo ser,
qué quiero y qué no tendré.
Gracias por lo que fuiste, por estar ahí,
por inspirar a todos y alentarme a mí,
por lo de hoy y por amarme así.
En silencio y en la charla,
en la lluvia y en el lodo,
en lo excelso y en lo vano,
tu amor me llenó y me edificó.
No te vas ni te despido,
porque dejas más en mí
que lo que quedó en ti.
Te quedas siempre aquí,
en cada ocaso
y en el cielo de cada mañana,
en cada tarde, en cada noche,
y cada vez
que miro
dentro de mí.
Escrito el 6 de agosto del 2019.
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